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martes, 6 de enero de 2009


Algunos de los mejores recuerdos de mi infancia y temprana adolescencia están ligados al Día de Reyes. Cómo olvidar la indescriptible ilusión con la que recibía cada 6 de enero. Y es que, aunque siempre me quejé de que Santa Claus nunca se dejó sentir por estos lados (hasta mala fe le llegué a tener al frío señor barbudo), Melchor, Gaspar y Baltasar nunca me fallaron. Siempre estuvieron ahí, diciendo presente y recompensando tantos años de disciplina en los estudios, y sobre todo, de positivismo para afrontar las vicisitudes.

Nací y crecí en el seno de una familia muy tradicional. Desde siempre mis padres se empeñaron en hacer que mis hermanos y yo nos dejáramos arropar por la magia de la Navidad para alimentar así la inocencia propia de la edad.

La noche anterior teníamos el hábito de salir a la acera de enfrente para cortar un poco de pasto que les dejaba justo debajo del arbolito junto a un vaso de agua, como regalo para los camellos en los que se suponía que llegarían a casa, los Reyes Magos , nuestros zapatitos.y, por supuesto la respectiva carta, a modo de agradecimiento.

Me brillaban los ojos con sólo pensar en ellos. Les tenía muchísima admiración y aprecio. Una vez concluida la misión, me dirigía hasta el colmado más cercano para comprar chicles, mentas,y chocolates .

Todo lo que les pedía, allí lo tenía. Mis hermanos y yo éramos afortunados. Por lo regular, nos dejaban presentes en distintos puntos: con mis padres, con mi abuela, y con mis hermanos. Sin duda, se trataba del mejor día del año.

Como a los 12 años de edad, mi realidad cambió drásticamente cuando al despertarme en la madrugada para ir al baño descubrí que los Reyes en realidad nunca pasaban por casa y que los responsables de complacer cada una de nuestras peticiones eran papi y mami.

Me hice la tonta y les seguí la corriente mientras pude, más que nada para que mis hermanos no se decepcionaran -yo soy una de las mayores de los siete -. El ritual que solía llevar cada 5 de enero no lo abandoné hasta mucho tiempo después.

Aunque no lo crean, la tradición de los Reyes se mantiene en mi familia .

Más adelante, y si Dios lo permite, seguro que nos tocará reencontrarnos para retomar la historia con otros protagonistas.

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